La edad del vino es mucho más que un simple número. Representa el viaje que ha realizado desde la vid hasta tu copa, pasando por procesos que definen su carácter, sabor y complejidad. El envejecimiento del vino puede tener lugar en barricas de roble, tanques de acero inoxidable o incluso directamente en botella, y cada etapa aporta matices únicos que transforman el vino.

Vino Joven

El Vino Joven, también conocido como “vino del año”, es el que apenas ha pasado tiempo en barrica o, en algunos casos, nada en absoluto. Se embotella y comercializa rápidamente tras la fermentación, conservando toda la frescura de la fruta. Aromas intensos, sabor vivo y un carácter desenfadado lo convierten en la opción perfecta para quienes buscan vinos ligeros y fáciles de beber.

Vino Crianza

El Vino Crianza requiere un mínimo de dos años de envejecimiento, de los cuales al menos uno debe ser en barrica de roble. Esta combinación permite que el vino adquiera una mayor complejidad, integrando notas frutales con toques de vainilla, especias y ligeros matices tostados. Es un vino que mantiene la frescura de la juventud, pero con un plus de elegancia y profundidad.

Vino Reserva

Con un proceso de crianza más largo, el Vino Reserva pasa al menos tres años madurando, de los cuales uno, como mínimo, debe ser en barrica. Esto le otorga una estructura más compleja, con aromas evolucionados que combinan la fruta madura con notas de cuero, tabaco o cacao. En boca, destaca por su equilibrio, suavidad y una persistencia notable.

Vino Gran Reserva

El Vino Gran Reserva es la joya de la corona para los amantes de los vinos con carácter. Debe envejecer un mínimo de cinco años, incluyendo al menos dos en barrica y tres en botella. Esta larga maduración da como resultado un vino sofisticado, con aromas terciarios como madera noble, frutos secos, especias dulces y un sabor aterciopelado, elegante y prolongado.

Ahora que sabes cómo se clasifica el vino por su edad, ¿cuál prefieres tú? ¡Descúbrelo con los vinos de Bodegas Amador García!